miércoles, 9 de junio de 2010

Cuentos de Tavern


¡BUENOS DÍAS NIÑOS Y NIÑAS, VIEJOS Y VIEJAS, LEPROSOS Y LEPROSAS Y DEMÁS GENTES DEL PUEBLO LLANO! ¡Os traigo las historias más fascinantes jamás contadas por estos lares! ¡desde las tierras más exóticas y lejanas, desde los mares del norte hasta Tuntelú! ¡cuentos, chismes, mentiras, dejad hueco porque ha llegado Sirlú, bufón de locos y cuerdos, tan solo un poeta...¡HOMERO! envidia me tendría de no estar muerto...

-Tú, ven aquí, los papeles.

-Verá agente, los únicos papeles que llevo encima son el resultado de una mezcla de agua y madera de encina, tintados con la más exquisita tinta china en los cuales apunto ideas, pareados con arte y buena caligrafía...ah si, y papel para limpiarme el cu...

- ¡¿Te estás quedando conmigo bufón de pacotilla, hijo de tu santa madre?! ¡los papeles he dicho!

- Mi madre santa, lo que se dice santa...¡¡¡SANTA MARÍA DE DIOS!!! ¡¡¡MIRE!!!

Señalando hacia un punto entre el bullicio del mercado, antes de que pudiera darse cuenta, había puesto pies en polvorosa o más bien, sobre excrementos de caballo que era lo que más abundaba en la plaza de aquel jodido pueblo. Era época de cosecha, por consiguiente feria mercantil, y por tanto, burros, mulas, vacas, gansos y más "burros" abarrotando la calle principal que no destacaba por su corte ancho precisamente. Le dolían mucho los pies, le ardían, había estado caminando toda la mañana, tras cuatro días a caballo sin patas y otros dos en el carromato de Andrés...pero ahí estaba, viviendo, sobreviviendo en otro pueblo más al que contar sus chismes a cambio de un mendrugo o una palmadita en la espalda...o la sonrisa de un niño.

-Hola.

- ¿Me hablas a mi?

- Si, ¿eres el payaso de mi cumpleaños? -dirigiéndose a otro niño- ¿ves? ¡te dije que mi padre contrataría a un payaso en mi cumpleaños! y tú no me creías.

- Oye niño ¿me ves acaso cara de payaso? -dijo Sirlú frustrado.

- ¿No te ha contratado mi padre?

- No, yo no trabajo para nadie, bueno si, para el cielo y su aire, para el vino y su arte, para...¡soy poeta niño!

- Pues mira que yo te veo más...

Adelantándose a que el jovenzuelo terminase la frase -No tengo tiempo para tonterías, quitate de en medio, ¡me persigue la ley! impuesta por el noble y... ... ¡noble de tu rey!...

-...haciendo malabares...

- ¡Buena rima! y si, también se hacer malabares....ahora si me disculpas...

- Conozco un sitio donde puedes esconderte...

-Tengo que irm...¡habla por tu vida!

- Una posada no muy lejos de aquí...pero que dudo que ese agente noble y siervo de la ley entre, todos los que entran no salen muy enteros, pero creo que con las pintas que llevas no pondrán ninguna pega en que entres y si vas conmigo aún menos, que ya me conocen, mi padre es el dueño y hace el mejor cabrito que hayas comido jamás...

- Niño...que he estado en Tuntelú y en Shirlya...y en los mares del norte...he comido los mejores manjares...(grgrrrrr)...pero de eso hace mucho...mis tripas...¡llévame corre!

El niño cogió su mano reseca y ennegrecida del viaje y tiró de él guiándole entre la multitud. El pequeño tenía cierta habilidad para colarse entre la gente y pasar por debajo de las piernas de alguna moza...pero no recordaba que llevaba consigo un lastre con una embergadura algo mayor que él.

"¡Idiota! ¡mira por dónde vas!"

"¡Soplagaitas! ¿buscas pelea o qué?"

"¡¡¡Socorro!!! ¡un violador! ¡cochino! ¡¡no me toques!!

- Con esa cara no creo que te miren ni aunque fueses al circo...

"¡Imbécil! ¡¡¡desgraciado!!! ¡¡¡mal nacido!!!"

...

- Ya hemos llegado.

Efectivamente, los dos esperpentos habían llegado a lo que parecía una taberna marinera. En la fachada colgaba un cartel mohoso y carcomido en el que podían apreciarse unas letras grandes talladas en el propio tablón y unas más pequeñas justo debajo escritas con tinta roja o al menos es lo que Sirlú quería pensar. "Wandering Irish, o bebes o te largas y por supuesto pagas", un título muy noble y digno para cualquier posada de mala muerte, sin embargo Sirlú no pudo evitar desplear una sonora carcajada.

-¡JA! asi que este es la famosa taberna de tu padre, muy bien, ya puedes largarte.

- ¿Y qué recibo yo a cambio por haberte traido hasta aquí y haberte salvado de una muy probable ejecución en plena calle?

- Los buenos días, ah si y feliz cumpleaños, ya puedes...

- Mi padre es el dueño de la posada y no creo que le haga gracia que entre a su bar un "agente disfrazado de bufón para pillar cacho..." -soltó el niño con cierto retintineo.

- Sabes jugar criajo...me has caido bien ¿cómo te llamas?

- Alopher, señor.

-Mira Alopher, no puedo pagarte con dinero, ni pan, ni credo, pero puedo proponerte un juego, el cual no es difícil ni supone esfuerzo, se llama "Vamos a escuchar al gilipollas de turno contar las viejas historias de los lugares más lejanos, llenas de sabiduría y saber estar en un ambiente dejado, con un laúd y un jarro, al que por supuesto, invitas tú..."

-Está bien, está bien, entremos.

Una vez atravesaron las mismísimas puertas del averno, para la sorpresa de Sirlú, se encontraron con una sala bastante agradable para lo que venía a ser costumbre. Una serie de mesas redondas de madera rajada oscura se disponían en orden aleatorio por toda la estancia, las paredes desprendían un agradable olor a océano y pino, era como estar en un montaña marina, como las que había visitado antaño en Haispesh y sobre las que había bajado rondando posiblemente huyendo de cualquier ser racional o no, dispuesto a destriparlo; al fondo, una barra ancha, de madera más clara con un montón de jarras de madera descansando sobre ella, dispuestas a ser llenadas y/u ordenadas por orden anstranético. La sala parecía vacía.

- Mi padre suele salir a esta hora para hacer los recados. Siéntate donde quieras.

- ¿Me sirves una de esas fresquita?

- Las palabras mágicas...

-¡Dóbitu jalinquis jo!

- Haré como que eso significa "por favor" en espingreto.

Alopher llenó cuidadosamente una de las jarras dispuestas en la barra con un poquito de secamieles, la bebida típica de la zona, y se la ofreció al viajero, el cual se encargaría de derramarla por su garganta, barbilla y vestimenta incljuidas.

- Antes me dijiste que sabías hacer malabares.

- Gfrfrgg glubblbg lbs¡zí!

- ¿Me lo demuestras?

- No necesito demostrar nada más que mi inocencia, por cierto, no le digas a nadie dónde estoy...

- Si, si...pero toma, haz malabares o me chivo...

- Criajo de los...

El joven le ofreción al asqueado bufón 3 naranjas arrugadas para que hiciese su fabuloso juego.

- ¡Tienen moho! ¡¿cuánto tiempo llevan estas naranjas ahí?! ¡qué asco joder!

- Ajo y agua, y como vuelvas a decir un taco en el bar de mi padre hago que te las comas. ¡Venga! ¡quiero ver lo maravilloso que eres!

Con la expresión más ceracna a la repugnancia que puede aparecer sobre un rostro humano o "semihumano" Sirlú hizo la demostración.

- ¡Bien! ¡bien! ¿me ensañarás a hacerlo?

- Si, ¿por qué no? -dijo resignándose- total, creo que me voy a quedar aquí una temporadita hasta que se calmen las cosas...

- ¿Estás huyendo de algo más a parte de la guardia?

- Huyo de todo, de mi pasado, de ese agente, de la vida, huyo, es lo que mejor se me da hacer, salir por piernas.

-Pero esta vez te quedarás ¿verdad?

El rostro del niño se iluminó de manera sobrenatural, sus ojos se abrían y cerraban a una velocidad pasmosa, sus pestañas parecían abanicos reales de la lejana Denwon. Nadie podría decir "no" ante esa cara endiablada.

- ¿Otra jarrita?

- ¿Y a cambio?

- Un cuento para irse a la cama.

- Dejémoslo en un cuento.

Sin prestar atención a estas últimas palabras, Sirlú se dispuso a comenzar su relato, el último que había recogido en su papel del cu...¡escrita con esa tinta maravillosa traída de Denwon! Era el ambiente perfecto, la bebida perfecta, el olor perfecto y el niño adecuado, o al menos el niño dispuesto a escuchar.

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