martes, 14 de junio de 2011

Welcome to ¿Ayleszury?

Lejos queda en estos instantes su pálido y mortal rostro... y demasiado remotas las nieves de su pecho letal como para que mis ojos puedan contemplarlos...

Pero hay veces en que me llega su susurro, como un helado viento de ultratumba, debilitado después de atravesar los golfos que separan a los mundos, y que ha surgido sobre los últimos horizontes de desiertos rodeados de hielo. Y me habla en un idioma que nunca he oído, pero que siempre he conocido; y me habla de cosas mortales y de cosas maravillosas, fuera del alcance de los deseos estáticos del amor.


Su relato no es sobre algo bueno o malo, ni sobre nada que pueda ser deseado o concebido o pensado por las termitas de la tierra; y el aire que respira, y la tierra por donde anda errante, estallarían como el frío cortante del espacio sideral; y sus ojos cegarían la visión de los hombres como si fueran el sol; y su beso, al alcanzarse, se retorcería acuchillando como el beso del relámpago.

Pero al oír su susurro lejano, me imagino una visión de vastas auroras, sobre continentes más grandes que el mundo, y mares demasiado extensos para las quillas de las empresas humanas.
Y a veces balbuceo los lazos extraños que nos trae, si bien nadie los recibirá con agrado, y nadie creerá en ellos, o los escuchará. Y en algún amanecer de los años desesperados, me adelantaré y seguiré hasta donde me llama, para buscar el beatífico nado de sus distancias nevadas, para perecer entre sus inescrutables horizontes...


Tras aterrizar de nuevo en el mundo frío y tactible de su cama, se levantó, cogió su chaqueta sustenta en la esquina de la puerta de la lúgubre sala, cuatro rugosas paredes tan solo iluminadas por la llama de una velita estratégicamente colocada sobre la mesa dejándo ver asi las fantásticas formas dejadas por el humo de una barrita de incienso casi consumida, y salió al tejadillo del edificio.


Allí estaban, Maren, Lurie y Kone, las tres lunas que iluminaban los callejones de la húmeda ¿Ayleszury?, ciudad de calles tintadas de rojo y turquesa, de estructuras metálicas lindadas entre si sobre las que se alzaba la mirada del silencio, solo más alla de los extensos ventanales del edificio Z se podrían vislumbrar las inmensas colinas púrpuras de Ulhä...los extensos campos de camomilas dónde tantas veces se tumbaba dejando vagar a su mente durante unas décimas de segundo para pasado ese tiempo el olor a madera quemada la hiciese volver...
Su mirada se iluminó con el azul intenso de Zùrie....

- Es hora de pasar a la acción.

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