Si la vida me insta a escribir en verso, escribiré de nuevo sobre el papel convexo de mi alma. He rechazado desde aquel entonces mostrar las letras que se esconden en el recoveco de la prosa de historias inventadas, de sueños de ser algo que aquí no me dejan ver, de despertar de un sueño entonando la frase «¡Papá, quiero ser poema (que no poeta)!», no encontrar cena en la mesa y antes de terminar, manchar un papel con palabras que hablen sobre el fondo del cristal y cerrar los ojos antes de dormirme, soñar ser algo que aquí no me dejan ser, siempre acompañada por mi vaso de té.
Por ti va ésto.
Hoja de té,
te rozo, me enconjo, te trago.
Hoja de té,
libiana por mi garganta.
Hoja de té,
son las notas de una canción desesperada, dormida,
dejada en reposo en un vaso vacío.
Hoja de té,
son horas de insomnio, de soledad sola
de náufrago perdido.
Hoja de té,
roja, verde, lila de arcoiris oscuro
que reposa en un frasco de lágrima aguada.
Son solo ganas de ser
un hilo que cuelga sobre el cristal
de trescientos sesenta y mojar
con simple atadura las hojas de té
que dejan tras la lluvia el extracto de mi locura.
Y una vez más
te rozo, me encojo y te trago, hoja de té.
Olé
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